Implica la existencia de un lenguaje silencioso, la presencia de una dimensión oculta. Una fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan grande cuanto más permanece invisible a nuestros ojos (Vásquez, 2007: 84).
El antropólogo Edward Hall (1966) creó
el término para describir las distancias medibles entre la gente mientras
interactúa, sirviéndose de éstas como elementos que pueden expresar
concepciones, pensamientos o ideas del ser humano según su cultura, clase
social o interés particular: “Le denominó PROXÉMICA al estudio de cómo el
hombre estructura inconscientemente el micro espacio, en relación con la
comunicación no verbal” (Davis, 1982: 112).
Entre los temas o aspectos
fundamentales de la didáctica está el del conocimiento y uso del espacio.
Vasquez se refiere, por supuesto, al papel del ambiente o el escenario en los
procesos formativos. A ese “lenguaje silencioso” del que hablara Edward Hall y
que estudió profundamente en su libro La dimensión oculta. Un aspecto que si es
desconocido o subvalorado por el docente conlleva a la desatención del grupo o,
lo que es peor, a la pérdida del control del auditorio.
Varios aspectos sería oportuno
explicar de la próxemica, que es el nombre con el cual Hall bautizó este tipo
de lenguaje. El primero de ellos tiene que ver con el papel de las distancias
en el acto pedagógico. Hall decía que había cuatro distancias básicas: la
pública, la social, la personal y la íntima. De la más pública a la más privada;
de la más lejana a la más cercana. El uso estratégico de estas distancias es lo
que permite la confianza, la confidencia y el trato fraterno. Si el maestro
ignora este aspecto de la proxémica le será indiferente usar una u otra
distancia con sus alumnos, le dará lo mismo darles la espalda o saludarlos
personalmente al comienzo de su clase. Y si, por el contrario, saca provecho de
este conocimiento conseguirá convertir las distancias públicas en distancias
personales o íntimas. Ya no tratará con una masa sino con particularidades, con
seres no abstractos sino con rostro definido. Si el maestro presta cuidado al
papel estratégico de las distancias muy fácilmente logrará la visa para entrar
al territorio de sus estudiantes.
Otro aspecto de la proxémica es el de
las líneas de fuerza. Indico con ello el lugar donde el maestro debe ubicarse
para encontrar el mayor campo de atracción, la más alta zona de influencia.
Esas líneas de fuerza están, por lo general, en las diagonales de los salones o
los auditorios. Así que, si el docente saber ubicarse en tales coordenadas, le
será fácil mantener la atención y movilizar el interés del público. Digamos que
las líneas de fuerza son como campos imantados o de alta atracción para un
grupo. Hacia allí es que se dirigen las miradas, hacia allí convergen la
curiosidad y la expectativa. No sobra decir que para reconocer las líneas de
fuerza basta con abrir los brazos, a la manera de un compás, y lo que quepa en
ese ángulo será el campo de atracción al que nos estamos refiriendo. Pero si el
maestro desea mantener viva la motivación del grupo, necesita mover las líneas
de fuerza, desplazarlas a la manera de un péndulo. Tal movimiento lo he llamado
marcación del territorio, haciendo eco al teatro y la danza.
Si el educador marca
el territorio de su aula, si va desplazándose mientras expresa o explica,
tendrá más viva la atención de sus estudiantes y renovará, por decirlo así, su
lugar de enunciación, su plataforma de emisión del mensaje. La marcación del
territorio se logra moviéndose dos o tres pasos, cambiando de lugar a partir de
un aspecto nuevo en la exposición, de un punto de vista diferente o de un
cambio de perspectiva en el discurso. Casi siempre ese desplazamiento va
acompañado de un conector lógico que sirve de bisagra o puente en la charla del
maestro. Hay que advertir que la marcación del territorio no es un mero caminar
frente a los alumnos sino una intencionada manera de poner el cuerpo en escena,
un uso estratégico del cuerpo que enseña al ponerse en escena. Los aspectos
anteriores son claves en la significación del espacio dentro del salón de
clase. Pero también son importantes los otros espacios de la institución
educativa. El patio, por ejemplo, que no es sólo un lugar para el “recreo” o la
pausa académica, sino un escenario que según su diseño y organización facilita
o imposibilita las interacciones entre los estudiantes. La misma arquitectura
de los colegios o las escuelas dice de esas instituciones cómo entienden la
relación pedagógica o qué tanto ofrecen a los
niños y jóvenes para su formación integral o cuánto ahorran a costa del
hacinamiento y la pérdida de escenarios esenciales para desarrollar otras
dimensiones del ser humano.
Tomado de El espacio en el aula. Revaloración de un “lenguaje silencioso”